Mi organización ya ha calculado la huella de carbono, ¿y ahora qué?
Los efectos del cambio climático se van haciendo cada vez más visibles. Temperaturas extremas en verano, sequía, inflación de los alimentos, aumento del nivel del mar, fuertes lluvias, etc. son algunos ejemplos de las consecuencias del aumento de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) producidas por la actividad humana.
Ya sea por iniciativa propia o por la presión de sus clientes, muchas organizaciones ya han empezado a reaccionar y priorizan calcular sus emisiones (huella de carbono). Conocer el punto de partida, es decir, las toneladas equivalentes de CO2 que una empresa emite a la atmósfera, es un primer paso necesario pero insuficiente.
Una vez identificadas y cuantificadas las principales fuentes de emisión es fundamental definir acciones concretas para reducir la huella de carbono. Algunos ejemplos pueden ser la compra de electricidad 100% renovable certificada, la instalación de placas fotovoltaicas, la reducción de los desplazamientos o la adquisición de vehículos o maquinaria más eficiente. La implantación de estas acciones requiere tiempo y, en algunos casos, inversiones. Asimismo, con carácter anual, las organizaciones deben recalcular su huella para comprobar la efectividad de las medidas adoptadas.
Cuando no se puedan reducir más emisiones o el coste/beneficio de las medidas no lo justifique, las organizaciones pueden compensar sus emisiones. La compensación consiste en financiar un proyecto ambiental que reduzca las emisiones de GEI a la atmósfera. Compensar, por lo tanto, implica pagar para que otros actúen. Si la cantidad de GEI emitidos a la atmósfera es la misma que la que se retira, entonces se consigue la neutralidad climática, es decir, la huella cero de carbono. Recordamos que la Comisión Europea aprobó en el año 2019 el Pacto Verde Europeo (Green Deal), con el objetivo que Europa sea climáticamente neutra en el año 2050.
Algunas organizaciones, sobre todo las de mayor tamaño, están empezando a publicitar que son organizaciones con cero emisiones netas. Esto no quiere decir que no emitan GEI, sino que han calculado su huella de carbono, han reducido sus emisiones lo que han podido o querido y han financiado, por ejemplo, proyectos forestales o de implantación de energías renovables para que su balance neto de emisiones sea cero.
El orden lógico de la gestión de huella de carbono sería calcular, reducir, compensar y comunicar. No obstante, estamos viendo que algunas organizaciones prefieren pagar y comunicar que son neutras antes que abordar medidas auténticas de reducción de las emisiones, que sería el objetivo principal de cualquier proyecto de descarbonización.